miércoles, 1 de febrero de 2017

BORDADOS CANARIOS





OFICIOS CANARIOS, BORDADOS

Hay una hipótesis que afirma que el origen de este arte se remonta a la milenaria cultura oriental, concretamente en China, donde se bordaban motivos en las vestimentas de los dignatarios de la corte que representaban el sol, la luna y el dragón.

En la Edad Media, dado el incremento del comercio con Oriente, se da una progresiva difusión del bordado por toda Europa.

A principios del siglo XVI, aparece el bordado de hilos contados, obra de manos femeninas, realizado blanco sobre blanco, para adornar los linos de las iglesias, de las casas y de la vestimenta. Sus dibujos eran extremadamente sobrios, siendo muy importante durante el siglo XVII, dado el interés mostrado por los artistas de la época.

Tras un período general de decadencia, el bordado surge de nuevo, pero en formas y aplicaciones más prácticas y modestas; con el fin de ser transmitidas de generación en generación dentro de la sociedad campesina.

Ya en el siglo XIX vuelven a difundirse en las ciudades los secretos de aquellos puntos pasados de moda, desde el entorno rural, con el fin de recuperar el valor artístico de antaño.

Los bordados son aplicados a los trajes tradicionales, mantelerías, ornamentos de iglesias, ajuares domésticos y otros usos, dan testimonio de una tradición singular, convertida en una importante fuente de ingresos, que ofrece la posibilidad de un desarrollo creativo. Así el bordado pasará a formar parte de las prácticas de las clases de mayor nivel económico, hasta ser uno de los requisitos de la perfecta educación femenina a finales del siglo XIX y principios del XX.

A partir de la Guerra Civil Española la incertidumbre se apoderó de la producción. Además el establecimiento en los archipiélagos portugueses de Madeira y Azores de casas exportadoras de bordados, hizo peligrar el bordado de canarias.

Previamente, una real orden del 25 de junio de 1927 había abierto el mercado peninsular, habilitándose la aduana de Cádiz para la entrada y salida de los bordados canarios. Como la medida resultaba insuficiente, se insistió en habilitarla en Barcelona lo que sucedió en 1931.

Las telas y los hilos fueron, a mediados del siglo XX el gran problema de las labores textiles, agravado por las dos guerras mundiales, al cortarse las importaciones de Irlanda, Bélgica, y Alemania. Si a ello se une la competencia oriental, intensificada en los últimos años.

En nuestros días habría que resaltar la labor de continuidad de las Casas-Talleres de Artesanía de la Fedac y UPES de los Ayuntamientos donde se realizan toda una serie de puntos rescatados y transmitidos, que aseguran la pervivencia de labores consideradas perdidas u olvidadas.

La bordadora, no necesita para realizar su labor un lugar específico de trabajo, dado que se trata de un oficio desarrollado dentro del propio hogar, por lo poco aparatosos que son los materiales y útiles con los que se trabaja.

Para bordar, tan solo se necesita una serie de útiles que caben en una cesta: una almohadilla, un bastidor o tambor, que es lo que sirve de base para la realización de la tarea, unas tijeras, un dedal, un punzón, alfileres y agujas.

Para el marcado se necesita: papel de dibujo, aparato para perforar el papel, petróleo y polvos azules de estampar.

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