Era
costumbre en los pueblos que a los familiares y amigos que visitaban a las madres
recién paridas se les ofreciera una copita. Si esta no les era ofrecida decían
que si el niño no meaba para hacer saber que faltaba el ofrecimiento.
Dentro de las costumbres de los
pueblos en los nacimientos destacaba “el
zorrocloco”. Consistía en que el marido se
ponía enfermo durante el nacimiento o los días después del parto, o se creía
malo, se acostaba en otra habitación recibiendo los cuidados y atenciones de la
partera al igual que la mujer recién parida. Una vez nacido el niño, éste
mandaba a tirar un puñado de mostaza sobre el tejado para ahuyentar a las
brujas. Por eso se oía llamar a alguien espabilado o que iba a hacer algo malo
o alguna pillada: —anda zorrocloco que te vi la intención…
Desde el nacimiento cada día al caer
la noche, las madres tenían muy en cuenta encender una vela que ponían detrás
de la cuna para proteger al niño de demonios, brujas y creencias de la época.
Durante esos nueve días hasta el bautizo en la casa se celebraban las velas de
paridas, reuniéndose al atardecer la vecindad para velar al recién nacido.
Creían que así lo protegían de brujas y demonios para que no se lo llevaran y
acabara en el limbo. Se reunían jóvenes y no tan jóvenes en veladas que duraban
hasta la madrugada, cantando y bailando a la luz de las velas al sonido de las
guitarras timples y bandurrias, animados por el alcohol que hacía que se
burlaran de las muchas calamidades que pasaban en el día a día. Se repartía
chocolate, caldo de gallina, arroz con leche y tortillas. En esas noches de
baile y diversión embriagados por el alcohol se ocultaban en la oscuridad
muchos actos entre las parejas llamados impuros. De aquí también salía alguna
que otra pareja, por ello estaba mal visto por la iglesia que intentaba a toda costa
reprimirlas, pues no podían permitir esos focos de inmoralidad y pecado entre
sus fieles.
La
noche antes del bautizo, la juerga de las velas de paridas se prolonga hasta el
amanecer, para partir hacia la iglesia a bautizar al pequeño. Cuando regresaban
de la iglesia seguían comiendo bebiendo y bailando hasta el amanecer, siendo
ésta la última vela.
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