lunes, 24 de febrero de 2014

LAS ENDECHAS CANARIAS


 
 
Las endechas son canciones de lamento anónimas muy difundidas en el siglo XVI. Tratan asuntos tristes, con frecuencia fúnebres, a veces de carácter amoroso. Suelen estar formadas por dos o tres versos monorrimos, o por una cuarteta hexasilábica (cuatro versos hexasílabos con rima abba.)

Las endechas canarias presentan aspectos relacionados con el archipiélago: hablan de la insularidad y del paisaje isleño, sobre todo del mar:

De la mar larga me quiero quejar,

pues dio largura para navegar,

que fue principio de todo mi mal.

Tal es mi corazón en el pesar

como la peña en medio del mar,

que una ola le viene y otra le va.

Según cuentan las Crónicas de la Conquista, los aborígenes tenían unos cantos fúnebres muy parecidos a las ya conocidas endechas. Para algunos autores, el ritmo de las endechas canarias escritas en español es una influencia de aquellos cantos fúnebres en lengua aborigen.
La primera manifestación literaria del archipiélago canario son las Endechas a la muerte de Guillén Peraza.

Se trata de una elegía dedicada a la muerte de ese caballero sevillano, ocurrida en la conquista de la isla de La Palma. Fue compuesta hacia 1477 y ofrece algunas constantes propias de la literatura de las islas.

Aunque se desconoce su autor, el poema no se relaciona con la tradición oral, sino con la poesía culta española del siglo XV: la muerte de un joven en combate constituye la imagen poética del nuevo espíritu humanista.

En las endechas se trata de forma especial el paisaje insular y se concede valor poético a un hecho real y a su protagonista: se identifica a quien viene de fuera con el lugar al que llega y en el que muere.

Endechas a la muerte de Guillén Peraza

¡Llorad las damas, si Dios os vala!

Guillén Peraza quedó en La Palma

la flor marchita de la su cara.

No eres palma, eres retama,

eres ciprés de triste rama,

eres desdicha, desdicha mala.

Tus campos rompan tristes volcanes,

no vean placeres sino pesares,

cubran tus flores los arenales.

Guillén Peraza, Guillén Peraza,

¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?

Todo lo acaba la malandanza.

viernes, 14 de febrero de 2014

CALADOS CANARIOS





























El origen de los calados parece estar localizado entre la frontera portuguesa y la provincia andaluza y extremeña, dada la similitud de determinadas técnicas que en el desarrollo insular, han encontrado una particular manera de manifestarse.
La confección de los calados se realizó dentro de la unidad de producción familiar, al menos hasta 1891, año en que comienza a organizarse bajo el esquema de explotación estilo madeirense. Ya en 1901, el éxito productor y el auge en la demanda externa, benefician la apertura de la primera casa exportadora de calados insular.
El principal centro receptor en esos momentos fue Londres, que además tenía el monopolio en el abastecimiento de las materias primas para la industria.
La mano de obra necesaria era eminentemente femenina, se obtenía básicamente, en el ámbito rural, y concretamente, en las zonas dedicadas a monocultivos agrícolas estacionales. 
 
Sin embargo, al acabar la Primera Guerra Mundial, la demanda de calados disminuyó considerablemente, y el número de caladoras fue mermando progresivamente hasta la década de 1950, momento en el que se crea la Sección Femenina, que reactiva este tipo de producción, dándole mucho auge.
Dentro de las actividades artesanas tradicionales de Canarias los calados siguen siendo considerados como uno de los trabajos más delicados y minuciosos del sector artesano. Podemos añadir, sin miedo a equivocarnos, que el calado ha sido la labor artesanal con mayor proyección en los mercados internacionales (Inglaterra, Estados Unidos, y en menor medida, Alemania y Francia). A lo largo del siglo XX, a pesar de la competencia extranjera (escocesa, madeirense y japonesa), esta producción logró mantenerse gracias a la mano de obra barata y femenina de los sectores populares más desfavorecidos. Así el intermediario y empresario aportaba la tela y compraba el producto final, la repartidora que servía de enlace con el empresario repartía las telas una vez marcadas y las caladoras realizaban el trabajo. El otro modo de producción era por encargo, donde el cliente daba la tela a la caladora a la vez que se acordaban un precio.
Ya en la década de los años sesenta del siglo XX, la transmisión de conocimientos y el mantenimiento del oficio de caladora jugó un papel relevante en los Talleres de Artesanía creados por la Sección Femenina en las distintas islas del Archipiélago. Situación que podemos transportar a nuestros días con la creación de Talleres de Empleo y Casas de Oficios.
La caladora realiza el trabajo dentro del ámbito doméstico, de manera que el bastidor o telas del calado, puede estar ubicado en alguna de las dependencias familiares. De esta forma, la artesana puede realizar su labor, de manera complementaria, a otras tareas u ocupaciones del hogar.
Para la ejecución de los calados, se utilizan unas herramientas que también podríamos encontrar en los trabajos de costura, es decir: tijeras pequeñas de punta fina, hilo para tensar (hilo carrete), agujas de calar y dedal. El elemento singular es el bastidor, que es una estructura de madera en la que se fija la tela para facilitar la tarea.
Cuando el bastidor que se utiliza es amplio, se recurre al uso de burras sobre las que apoyar para mantener la obra en horizontal, y bien fijada.

domingo, 9 de febrero de 2014

EL AYTO. DE LA ALDEA PATROCINA LOS INDIGNADOS



La Aldea, Artejévez o Artevirgo, estuvo densamente habitada por los antiguos canarios. La población canaria de esta época se extendía por todo el cauce de esta cuenca, a modo de pequeños poblados localizados cerca de los manantiales. En este período de la historia, el área de la desembocadura del barranco principal de La Aldea debió ser el asentamiento poblacional más importante del valle y de todo el Oeste de Gran Canaria.
En 1352 se estableció en este lugar una misión mallorquina, que erigió en una cueva de esta playa una pequeña ermita en honor a San Nicolás de Tolentino. De ahí que, con el tiempo, una vez finalizada la conquista y formado el primer núcleo de colonos, el lugar tomara el nombre de La Aldea de San Nicolás.
En los últimos meses de la conquista de Gran Canaria tuvo lugar en el municipio el sangriento encuentro bélico de Ajódar (Tasartico) donde la resistencia canaria infligió a las fuerzas de ocupación la derrota más humillante que sufrió en la Isla.


A principios del siglo XVI aparece vinculada una parte del valle de La Aldea con las aguas que discurrían de Tejeda, a la familia de Pedro Fernández, Señorino de Lugo, hermano de aquel capitán que más tarde sería nombrado por los Reyes Católicos como Adelantado de Canarias. Con posteriores traspasos en aquel siglo, tales derechos pasaron al noble Tomás Grimón, causante de la Casa Nava-Grimón, a la que los vecinos de La Aldea discutieron su propiedad durante siglos.
En primeras décadas del siglo XVII, comienzan los primeros problemas de los colonos con los propietarios del heredamiento principal de La Aldea, propiedad de la familia Grimón. En 1724 se produce un amotinamiento contra los arrendatarios principales de la casa propietaria, la familia Nava y Grimón, los marqueses de Villanueva del Prado. La instauración del absolutismo acabó con el impulso reivindicativo de los aldeanos, sentenciando definitivamente la Real Audiencia de Canarias, en 1817, a favor de los marqueses de Villanueva del Prado, con lo que se concluía esta fase del Pleito de La Aldea.
En el período democrático que generó la Revolución de 1868, tuvo lugar la reactivación del viejo Pleito de La Aldea. La restauración Borbónica en 1875 permitió un control político del municipio, a lo que respondieron los vecinos con el asesinato del Secretario del Ayuntamiento, habiendo intentado éste un desahucio colectivo de todos los medianeros.
En un nuevo cambio de la titularidad de la conflictiva hacienda de La Aldea de San Nicolás, en 1921 pasa a manos de la familia Pérez Galdós, y se abrió un proceso litigioso de gran virulencia social, viéndose obligado el Gobierno a intervenir directamente.


Tras la visita al municipio en 1927 del Ministro de Gracia y Justicia, Galo Ponte, el Gobierno expropia las tierras a sus titulares y realiza una venta simbólica, junto con el agua, a los vecinos del municipio, solucionando así más de trescientos años de lucha por la propiedad de la tierra. Es entonces cuando se crea la Comunidad de Regantes de La Aldea de San Nicolás, una de las más emblemáticas de Canarias, en un valle donde la propiedad del agua está vinculada a la propiedad de la tierra.
Tras la solución del Pleito se acelera el crecimiento económico y demográfico de La Aldea. Se rompe con el aislamiento terrestre con la apertura en 1939 de la carretera Agaete-La Aldea. Los almacenes de empaquetado se localizan a lo largo y ancho del municipio. Allí los agricultores envían la producción para que ésta sea trasladada a los mercados europeos. La bonanza económica se manifiesta en la arquitectura de la zona y en la decisión de la corporación del año 1957 de cambiar el nombre del municipio por el más "ostentoso y digno de una comunidad próspera" de San Nicolás de Tolentino.
 Después de la década de los sesenta se produce un hecho que marcará el rumbo de la economía del municipio. Se crean dos grandes cooperativas Coagrisan y Copaisan, dedicadas a la exportación exclusiva del tomate.


Al final de la dictadura franquista y con el arribo de la democracia, el municipio padeció el fenómeno migratorio hacia el incipiente sector de la construcción y el turismo en el sur de la isla. Barrios como el de Pino Gordo, Las Casillas, el Salado o Vigaroe quedaron despoblados.
En los últimos años La Aldea adquiere una mayor conciencia como pueblo con fuerte identidad histórica, consolidando el proyecto de desarrollo sociocomunitario que obtuvo el Premio Canarias 2003 en la modalidad de cultura popular.
Dispone de mejores medios y servicios públicos a excepción de las vías de comunicación por carretera y mejora sensiblemente su explotación e infraestructura agraria de cara a la exportación. No obstante, parece que el motor económico basado en el monocultivo agrícola del tomate no garantiza un futuro estable.
Actualmente la base económica del municipio sigue siendo el tomate de exportación, a pesar de la existencia de un clima de incertidumbre creado por la coyuntura internacional y la política agraria y comercial de la Unión Europea.
En febrero de 2006, tras un acuerdo del Ayuntamiento en pleno celebrado tres años antes, el municipio recupera su nombre tradicional: La Aldea de San Nicolás.



 El ayuntamiento de La Aldea de San Nicolás apoyando la cultura canaria patrocina "LOS INDIGNADOS"