Los conquistadores y los primeros repobladores de Canarias llevaron la tradición del romance a las islas. Aquí, esas narraciones se difundieron y conservaron como parte de la memoria popular.
Los romances canarios incorporan
el paisaje (sobre todo el mar) y las formas de vida insulares a los argumentos y los personajes del
romancero peninsular.
El romancero canario
presenta una gran riqueza y variedad, así como gran influencia del romancero portugués. Los romances tradicionales difundidos en las islas
presentan asuntos diversos:
Algunos, como El conde Claros, están
protagonizados por héroes de cantares de gesta franceses o por personajes de la tradición clásica.
Otros refieren sucesos
sobre la historia reciente de España.
Algunos son de tema picaresco, como
Me casó mi madre.
Son comunes los de tema religioso, sobre
todo los referidos a la Virgen.
El
quintado
Ya se van los soldados, se
los llevan a la guerra;
unos cantan y otros lloran;
y otros se mueren de pena,
y el soldadito del centro
parece la Magdalena;
y el capitán le pregunta:
—¿Por qué llevas tanta pena?
—Ni es por padre, ni es por
madre, ni es por morir en la guerra;
es por una jovencita que
dejé en la cama enferma.
—¿Tan guapa es la jovencita
que tanto te acuerdas de ella?
Metí la mano al bolsillo y
saqué la foto de ella.
Mira si era tan guapa, mira
si era tan bella,
que hasta el mismo capitán
quedó enamorado de ella.
—Coge este caballo blanco y
márchate para tu tierra.
—Ábreme, cara de luna, y
ábreme, cara de estrella.
—Ya mi puerta no se abre,
ya mi puerta no se cierra,
mientras que no venga Juan
licenciado de la guerra.
—Ábreme, cara de luna, y
ábreme, cara de estrella,
que por tu cara bonita me
he librado de la guerra.