Teodoro Santana, poeta grancanario
Macondo, La Aldea
No hay
nada tan específicamente colombiano como Macondo. Pero, a la vez, y
precisamente por ello, no hay nada más universal. Porque lo universal se
construye desde lo concreto, y no desde abstracciones de pretendido “cosmopolitismo”.
Sin la Colombia rural sería impensable la narrativa de Gabriel García Márquez.
O sin la Persia del siglo XI, sería imposible la poesía de Omar Jayyam. Y sin
embargo, las rubaiyyat de Jayyam y los Cien años de soledad de
García Márquez trascienden su sociedad y su época. Quiero decir con esto que,
en los grandes escritores, aún condicionados por su tiempo y por su sociedad,
encontramos lo básicamente universal, general, humano. Ese hálito poderoso que
hace que sintamos su literatura como la expresión de nuestro propio espíritu, a
miles de kilómetros o cientos de años de distancia.
Al
adentrarnos en el magnífico libro que ahora tienen en sus manos, esa misma
sensación nos invade. Por un lado, nos encontramos con todos los grandes temas
que siempre ha abordado la gran literatura. Y por otro, y desde estas islas
solas perdidas en medio del océano, vemos profundamente reflejadas las
características de lo que se ha llamado "el alma canaria", mostrando
claramente que lo insular no es más que una categoría de lo universal.
Sin
embargo, en la literatura canaria, y salvo honrosas excepciones, se echaba de
menos nuestro propio relato de siglos de soledad, de las historias que nos han
conformado como somos y como nos sentimos.
El sombrero de paja, viene a cubrir
ese vacío. Y lo hace no desde la añoranza o la nostalgia, no desde los tópicos
o la nostalgia. Bien al contrario, se trata de un libro lleno de personajes
vivos, con sus claroscuros, sus dramas y sus alegrías, que van desarrollando
sus vidas ante nuestros ojos con realismo, con pasión y, también, con el humor
socarrón con que los canarios afrontamos las vueltas del destino.
Juan José
Medina responde a la exigencia que Oscar Wilde expresaba: "Para ser
escritor sólo hacen falta dos cosas: tener algo que contar, y contarlo".
Porque, a diferencia de la narrativa al uso, aquí pasan cosas. No se trata de
aburridos monólogos metafísicos sobre traumas de interés sólo para un acomodado
autor. Bien al contrario, El sombrero de paja es una sucesión de historias
entrelazadas, verdaderamente extraordinarias, que componen una narración coral
única, que nos atrapan, nos entretienen y, al final, nos dejan con ganas de
más.
Estamos
ante una novela escrita con sangre, con deleite, con perspicacia, con fuego. Y,
en consecuencia, en la que el estilo literario se pone al servicio de la
historia y los personajes, logrando algo poco habitual en la literatura escrita
en castellano, y que es preciso subrayar: una prosa ágil y sumamente
entretenida, y un vivísimo dominio de los diálogos, algo que parecía reservado
a la literatura anglosajona.
Todo lo
cual contribuye a un libro fácil de leer y que atrapa al lector desde el
inicio, arrastrándonos no solo a las historias de La Aldea y sus habitantes,
sino a nuestra propia historia desde nuestra propia manera de ver el mundo, a
las raíces de la propia condición de lo humano.
Les
confieso que yo he disfrutado muchísimo de El sombrero de paja y, como
les pasará a ustedes, me he quedado con la miel en los labios esperando más
relatos de Juan José Medina. En manos de este gran escritor canario está el que
podamos leerlos pronto. Ligerito, maestro, que nos tiene usted engolosinados.
Teodoro Santana
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